Pasividad
El fin de semana me he ventilado la novela de Luis Corbacho, "Mi amado Mr.B". Empecé en la T4 con el retraso de Iberia y la acabé al tomar tierra de vuelta. Hace algunos meses oí una entrevista con el autor y con su novio, Jaime Bayly. Los dos eran entrevistados en La Ventana, de Gemma Nierga, acompañados por Boris. Sonaban todos muy desenfadados y majetes. Así que con ese recuerdo, tropezé con el libro en "A Different Life" y lo compré (no puedo con la antipatía ambiental de Berkana, así que intento no comprar allí).
Es una obra sin mayor complejidad argumental, un "criticar por criticar" más o menos divertido, con un niño bien argentino obnubilado por un escritor famoso y preocupadísimo por saber que "remera" se pone y las zapatillas que van más a juego. Por cierto, Zara es una de sus marcas favoritas (globalización made in Arteixo).
Más que el enamoramiento de quinceañera, o las neuras del famoso escritor, lo más relevante de la novela para mi han sido las preocupaciones en torno a la penetración. Me da la impresión que toda la tensión narrativa gira en torno a si consiguen pasar de los tocamientos al coito, como parece desear constantemente el chavalín. Tal vez ese sea el gran mérito de la obra, porque sitúa en el centro argumental una de las grandes obsesiones de gays y heteros, la mezcla de atracción y rechazo profundo que genera la penetración.
Como afirman los teóricos de la "Queer Theory" el género es una construcción social. Y dentro de esa construcción, los roles sexuales juegan un papel fundamental. Para mi fue muy revelador leer una anécdota de Riki Wilchins en "Queer Theory, Gender Theory". Cuenta que su auditorio suele pensar que las dificultades con el género son cosa de los transexuales y cómo ella desmonta eso con un par de preguntas. Primero pregunta cuántos gays hay en la sala... docenas de manos se levantan. Y después pregunta cuántos "bottoms" o pasivos hay... las manos se bajan rápidamente y surgen un montón de risitas y murmullos. Cuándo se analiza esa reacción con los asistentes la explicación suele girar a la asociación que hacen entre el rol pasivo y la feminidad. Y a los sentimientos de humillación que asocian a su supuesta pérdida de masculinidad. Todo eso, y mucho más, llevamos todos en la cabeza. Una buena losa.