viernes, 11 de septiembre de 2020

Saint-Malo 360º

Nos hemos escapado dos días entre semana a Saint-Malo, jueves y viernes. Fue un plan de última hora porque la idea inicial era irnos unos días a Copenhagen, aprovechando unas reuniones de trabajo que yo tengo allí la semana próxima. Pero, lamentablemente, Dinamarca ha puesto a Francia en su lista de "países prohibidos" y los turistas no pueden entrar. Así que hicimos cambio de planes y nos fuimos a Bretaña una vez más. 

Fueron dos días bien aprovechados a pesar de que yo acabé trabajando bastantes horas y dBt estuvo bastante liado al teléfono con gestiones varias del piso de Madrid. Hicimos un largo paseo por la playa que se extiende unos 3 kilómetros  y recorrimos las murallas del casco histórico en varias ocasiones y con varios tipos de luz, en pleno día, al atardecer y también al amanecer. 

Hasta ahora, consideraba a Saint-Malo uno de esos destinos turísticos sobrevalorados, después de una breve experiencia hace años, durante aquella primera aproximación a Bretaña. Con esta visita, me he reconciliado con la ciudad y le veo mucho más gracia. Tuvimos mucho más tiempo para explorarla desde distintos ángulos. Más allá del compacto casco histórico ("Intramuros"), es también muy bonita la costa, jalonada de numerosas islas e islotes que, en algunos casos, quedan unidos a tierra firme durante las mareas bajas. Seis de esas islas tenían fortificaciones del siglo XVII. Hoy se conservan 4, diseñadas por el famoso Vauban del que ya hablé en otra ocasión. Visitamos una de ellas, el "Fort National", el más grande y cercano a la ciudad y pudimos comprobar cómo ese mítico ingeniero francés lo tenía todo super pensado para que sus fortalezas fueran inexpugnables. Es una suerte que aún se conserven tantas de sus construcciones y en tan buen estado.