domingo, 20 de septiembre de 2020

Violencia y belleza en París

Este fin de semana trabajé. Mi empresa anda revuelta con ajustes de gastos y reestructuraciones de plantillas y tuve que revisar datos y preparar algunos análisis.  No me importó lo más mínimo porque no es algo que me ocurra a menudo y porque además dBt no estaba en casa. Está haciendo un periplo múltiple con paradas en Madrid (piso), Zaragoza (familia) y Valencia (para celebrar el 18 cumpleaños de su sobrina).  Total, que el sábado sólo salí de casa para ir al gimnasio por la tarde. 

El domingo aún tenía trabajo por hacer, pero decidí cambiar de aires y salir temprano, a las 9:30 de la mañana, dispuesto a disfrutar de las Jornadas del Patrimonio.  En el portal ya me extrañó ver restos de ceniza negra y el cristal de la puerta agrietado en varios sitios, pero al salir al exterior, me encontré con un panorama dantesco. Delante de la puerta del edificio yacían los amasijos de hierros de unas 8 motos. Impresionante panorama en pleno centro de París y al lado del Centre Pompidou. El incendio tuvo que ser considerable y la humareda dejó rastros en toda esa fachada del edificio. 

Aún no sé que ha pasado exactamente, pero estos incidentes no son raros en París. Llevamos varios años de violencia cada vez más explícita. Las imágenes de coches ardiendo o comercios vandalizados, sobre todo en los Campos Elíseos, se han hecho comunes, principalmente alrededor de las manifestaciones. Da igual que sean chalecos amarillos, Primero de Mayo, o Marchas por el Clima que siempre hay grupos de violentos infiltrados (de extrema derecha y/o de extrema izquierda) que montan el pollo. También son cada vez más frecuentes los altercados callejeros entre bandas o los incidentes violentos entre ciudadanos a cuenta de, por ejemplo, el uso de mascarillas. En fin, un panorama urbano de lo más relajante. 

Lo mejor de todo es que mientras mi edificio estaba sitiado por las llamas yo dormía como un lirón. El sábado me quedé dormido antes de las 11, entre el agotamiento del trabajo y el gimnasio. Me desperté a las 3 de la mañana con algún ruido fuerte y voces, pero pensé que eran vecinos de juerga y decidí ponerme los tapones y seguir durmiendo. Bendito yo, porque así me salvé del susto y del mal rollo. 

El domingo por la mañana después de ver  y fotografiar los esqueletos de las motos en la puerta de casa, seguí mi camino por la ciudad, dispuesto a disfrutar igualmente de las Jornadas del Patrimonio y toda esa belleza que atesoran las calles de París a pesar de todo.