jueves, 29 de agosto de 2019

Madrugada en la Catedral de Durham

He disfrutado de la Catedral de Durham a muy distintas horas: al atardecer, con noche cerrada y de madrugada. Todos los momentos me han parecido mágicos porque es un edifico que me ha dejado, una impresión (casi) comparable a la de Chartres. Parte del encanto es la propia ubicación, en una colina en la península que deja el meandro del río Wear. El edificio es a la vez sólido y elegante. Es una catedral románica, de estilo "normando", potente, algo mazacote, pero al mismo tiempo tiene arcos apuntados que anticipan lo que unas décadas después sería el estilo gótico. Su construcción se inició en 1093 y apenas ha cambiado en los últimos 800 años, después de que concluyeron la torre central.

Tuve la suerte de visitar el interior de la catedral yo solo. Creo que me colé. Me planté allí a las 7:15 de la mañana, poco después del amanecer, pensando que habría un primer servicio religioso. En realidad no estaba abierta al público, sólo pululaban por allí algunos trabajadores de mantenimiento y servicio. El caso es que salté la cinta de control y nadie me dijo nada así que pude recorrer la nave y el claustro a mi aire. Me encantaron las columnas masivas de la nave principal, decoradas con motivos geométricos. Creo que recordaré siempre esa visita, porque estaba solo y porque era muy temprano. En contrapartida, no pude visitar el museo ni la torre, así que tengo disculpa para volver en el futuro.