Huyendo del calor en Quimper

No es la primera vez que estamos en Bretaña, pero es una región que conocemos muy poco. Desde París hay casi 600 km hasta Quimper, nuestra base de operaciones en el Finisterre bretón. Valoramos ir en tren, pero fue imposible encontrar coche de alquiler en destino y, de hecho, también nos costó mucho encontrar uno en París. Menos mal que Ronke se animó a compartir la conducción, a pesar de que llevaba muchos años sin llevar un coche manual y con la configuración europea y no británica.
Quimper es una ciudad con un casco histórico muy bien cuidado, con casas de entramado de madera, algunas plazas medievales y una catedral gótica. También tiene algunos ejemplos de arquitectura art-nouveau. El centro está a orillas del río Odet, que parece apenas un canal, atravesado por numerosas pasarelas con flores. Sin embargo, a las afueras de la ciudad el canal se transforma en un auténtico río y estuario.
Como siempre me despierto pronto, y no habíamos quedado con Ronke hasta las 10 para ir de excursión, aproveché la mañana del sábado para salir a correr a lo largo del río. La ribera derecha tiene un sendero ideal para hacer deporte o simplemente pasear.