miércoles, 9 de agosto de 2017

Tailandia 8 | Bangkok, río arriba, río abajo

Como el Peninsula estaba en el río, los dos primeros días en Bangkok los dedicamos a visitar varios puntos de interés que estaban fácilmente accesibles en barco. El río en si mismo, Chao Phraya, tiene poco de idílico y apetecible. Es marrón, muy marrón, diría, tipo lodazal, y con un tráfico incesante de barquitos tradicionales, de transporte de viajeros y de tráfico de mercancías (barcazas tiradas por remolcadores). Las riberas son un caos de construcciones nuevas, chabolismo y templos, todo sin orden ni concierto. 

En el apartado templos, vimos cosas bastante majas pero hemos alcanzado ya nuestro punto de saturación. No soportamos más budas, nos empiezan a provocar un rechazo orgánico. Creo que parte del efecto es que hace mucho calor, y ya nos cansa lo de descalzarnos y subir las escaleras para ver otro Buda sentado. 

Visitamos Wat Arun, que tien una pagoda cubierta de porcelana, dando directamente al río (segunda foto); Loha Prasat, también conocido como Castillo de Metal, con varios niveles de ascensión hasta las reliquias de Buda (quinta foto); Golden Mount, en la cima de una pequeña colina, con unas vistas excelentes a la ciudad, combinando tejados tradicionales y torres modernas al fondo; y Marble Temple, tomado por grupos de turistas chinos. 

Nuestro templo favorito fue Wat Pho, el del Buda Reclinado, y no sólo por esa mega-imagen de casi 50 metros de largo, sino porque en el exterior hay todo un bosque de mini-estupas que dan para mil y una fotos, a cada cual más bella. No lejos de ese templo, está el Grand Palace de Bangkok, que es LA atracción turística por excelencia de la ciudad, y que para nosotros fue lo más agobiante y decepcionante de todo el viaje. Ver el Buda Esmeralda es como entrar en el metro en hora punta, y la imagen es realmente una miniatura, como la Pilarica. En cuanto a la arquitectura exterior del complejo del Palacio, es todo muy bonito (ver dos últimas fotos) pero estaba literalmente tomado por hordas de turistas, y grupos chinos (o otros asiáticos, porque no los diferenciamos bien), hacía un sol de justicia, como para caerse con una lipotimia al suelo y, completando el panorama, había cientos y cientos de tailandeses de luto riguroso llorando a su difunto rey. Y es que lo de ese rey no es normal; ya lo comentaré con calma en otra ocasión porque telita.