Reuniones en Munich
Mi vida laboral ha empezado a cambiar. El puesto europeo que ocuparé a partir de enero me implicará viajar con cierta frecuencia a nuestra central regional en Munich. Esta semana tuve mi primera toma de contacto allí y me sorprendió gratamente encontrarme una oficina modernita en un pueblo a las afueras de la ciudad.
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En realidad de Munich no he visto nada, más allá de algunas vistas desde el taxi, como la del Allianz Arena que por la noche está iluminado muy llamativo en azul. Me he tirado 3 días encerrado en reuniones con directores: los de Recursos Humanos, los de Producción, los de Comercialización; todos los jefazos de la región, abrumadoramente hombres (pensé que en mi empresa en general había más balance de género, como en España, pero no es así).
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Las noches han sido de cenas de empresa. La primera con todos los empleados de Alemania, más de 1000 personas, en una especie de pabellón, en la que había puestos de autoservicio de comida, un escenario con actuaciones musicales, puestos para comprar regalos de navidad (te entregaban al entrar 30 euros en vales para que compraras velitas, bolis, bisutería...) y, lo mejor de todo, un puesto con una echadora de cartas!! Me encantan estas mezclas de vida empresarial y esoterismo. Y fue un éxito total, porque el puesto de la pitonisa tenía una larga cola de empleados esperando. La segunda cena fue sólo con los directores y oh, cielos, fue amenizada por un espectáculo típico de Baviera: teutones en traje regional bailando y cantando al estilo del Tirol, tocando campanitas e incluso haciendo un espectáculo casi hard-core con unos látigos que agitaban al aire. Y yo me pregunto, ¿por qué coño las empresas no amenizan sus eventos con cultura algo más contemporánea en lugar de explotar todos los estereotípos más rancios de cada país?
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El jueves volví a España, feliz con mi nuevo abrigo-impermeable Strellson, (lo compré en el aeropuerto de Munich al llegar porque me había olvidado el mío en el coche en el parking de la T4). El viaje en avión es muy bonito porque recorres durante largo rato los Alpes, que son impresionantes, y además es frecuente ver aviones que se cruzan con el tuyo, dada la densidad de tráfico aéreo en la zona, y eso siempre es todo un espectáculo.