domingo, 26 de agosto de 2018

Vida social en Nueva York

Sorprendentemente, hemos tenido una vida social muy intensa estos días en Nueva York, con un pleno de encuentros el fin de semana, de viernes a domingo.  Empezamos el viernes noche con Mónica O y su marido Jesse, a los que no veíamos desde las cenas de París. Quedamos en el restaurante Havana Central, un restaurante cubano, en la zona de Times Square, que hemos convertido ya en un "básico" porque tiene comida y cócteles excelentes. Después caminamos entre la masa de gente para ir a ver el musical Pretty Woman, recién estrenado en Broadway (apenas lleva 10 días). Nos encantó a todos: los actores son fantásticos y la música también está muy bien. Es de Bryan Adams y tiene toques rockeros y es muy pegadiza

El sábado nos vimos con Cristina M, que se acaba de trasladar desde Bangkok a Jersey City, justo enfrente de Manhattan. Es una antigua compañera de trabajo con la que tenemos relación indirecta, ya que es muy amiga, y también la casera de Javier. Nos vimos para cenar algo y tomar  una copa en la terraza del Península. Fue un encuentro muy agradable y, tal vez, repetible, porque empezamos a acariciar la idea de un viaje futuro a la Costa Este de EEUU, con potencial parada (breve) en New Jersey, en las casas de Mónica O y Cristina M

En cuanto al domingo, hicimos plan diurno con Mihaela, con la que  nos vimos recientemente en Madrid. Entonces nos dimos cuenta de que coincidiríamos de nuevo en Nueva York y claro, con ella viviendo en Singapur, y nosotros en París, no podíamos dejar pasar la oportunidad de vernos en un tercer continente. Fuimos juntos al MoMA (al que por cierto teníamos vistas desde la ventana de nuestra habitación del hotel). Curiosamente, frente a mi entusiasmo de hace unos años, ahora me dejó bastante indiferente. Me gustó mucho la planta de la colección permanente porque está llena de grandes obras maestras (por ejemplo, "La Noche Estrellada" de Van Gogh, o "Las Señoritas de Avignon de Picasso") pero al mismo tiempo estaba muy saturada de gente. Por su parte, el resto de exposiciones del museo no me interesaron lo más mínimo, con excepción de una sala dedicada a la escultura de Brancusi, un artista rumano, super humilde, de extracción rural, que resultó un absoluto innovador.

El contrapunto agradable a mi decepción con el MoMA fue que, al salir, nos tomamos una copa en el Mandarin. Tenemos debilidad por esos hoteles, desde que dBt trabajaba allí. El hotel de Nueva York se encuentra en un sitio inmejorable, en una de las esquinas de Central Park. La recepción y el bar están en la planta 36 con mega ventanales al parque y al skyline de la ciudad, lo que hizo de la copa una experiencia memorable.