sábado, 16 de diciembre de 2017

Arte en Naoshima

Este viaje a Japón está siendo la apoteosis de las calabazas. Primero han sido las de Tokyo, en el museo de Yayoi Kusama, y ahora en la isla de Naoshima, dónde hay un par de ellas al aire libre, la roja en el puerto de llegada y la amarilla en la zona de los museos. Para completar la Kusama-obsesión, el ferry que te lleva a la isla y el autobús que la recorre están decorados con sus famosos lunares rojos. 

Teníamos muchas ganas de visitar Naoshima porque se ha convertido en un destino mítico para los amantes del arte contemporáneo. En una pequeña isla de 3.000 habitantes han ido creando, desde hace 25 años, varios museos de arte contemporáneo y diseminando obras aquí y allá. Toda la idea es combinar y camuflar arte y naturaleza, una idea que debe ser especialmente atractiva en primavera y verano con la cercanía entre las playas y las obras de arte. 

Los museos principales son 3: Chichu Art Museum, Lee Ufan Museum y Benesse House. Todos son obra del arquitecto japonés Tadao Ando que juega a integrar los edificios de hormigón en el paisaje. Se supone que todo tiene un punto zen, de meditación y silencio, pero a mi me parece que también hay un punto inquietante, como de realidad distópica: pasadizos estrechos, rampas zizagueantes, muros inclinados y señoritas vestidas de blanco, como salidas de Star Trek, para enseñarte y guiarte por las distintas salas. Es toda una experiencia, casi religiosa, que aún estoy digiriendo