domingo, 14 de noviembre de 2021

Mezquita de Hassan II

Casablanca está a poco más de una hora en tren desde Rabat, lo que la convierte en una buena excursión de un día. El gran atractivo de la ciudad, prácticamente el único, es una enorme mezquita construida por Hassan II, el padre del actual rey de Marruecos, a principios de los 90 del siglo pasado. Es una obra monumental en la que todo está pensado para epatar al visitante (o al fiel): la ubicación, las dimensiones, los materiales, y hasta las innovaciones tecnológicas. 

Está ubicada en un promontorio artificial, una especie de mini península. Cuando la construyeron era la "tercera" mezquita más grande del Islam, con capacidad para 20 mil fieles dentro y 80 mil fuera, y con el minarete más alto, con 200 metros. Desde entonces, una mezquita en Argel la ha superado en tamaño y altura del minarete, cosa que supongo no les hará mucha gracia a los marroquíes dado que los dos países andan a la gresca. 

Todos los materiales son originales de Marruecos, salvo las lámparas de Murano, y están trabajados con absoluta belleza y maestría: mármoles, maderas de cedro, estuco, azulejos con múltiples variedades de decoración... Impresiona, ciertamente. 

Las visitas son guiadas en distintos idiomas y además de mostrar la nave principal, recorren también el nivel inferior en el que se encuentran las salas de abluciones y los baños, de nuevo con unos materiales y una decoración exquisitos. También explican las proezas tecnológicas del edificio: con grandes puertas metálicas que se elevan y con techos deslizantes para airear el interior del edificio. 

Por lo visto, con la construcción de la mezquita, el rey quería dotar a la ciudad de Casablanca con un edificio emblemático, como tienen el resto de ciudades importantes de Marruecos, y que aunara modernidad y tradición. Lo consiguió con creces y hay que reconocer qué se ha hecho todo con muy buen gusto y la mezquita bien justifica por sí sola la visita a Casablanca.