Castro de Baroña
Semana de vacaciones en Galicia. Esta vez he alquilado coche, lo que me da más autonomía de movimientos. El lunes, aprovechando que mi vuelo llegaba a Santiago y que tenía unas horas disponibles, me fui de auto-excursión a la Ría de Noia.
No recuerdo ni los años que hacía que no exploraba esa zona; así iba de perdido. Hice un par de mini-paradas en Noia (sin llegar a ver el pueblo) y Porto do Son, y finalmente acabé, sin esperármelo, en el Castro de Baroña. Y me puse nervioso, claro, porque aunque sabía que había estado, en realidad fue como descubrirlo por primera vez.
Es un sitio de una belleza salvaje. El mar rompe con fuerza contra la pequeña península en la que se ubica el castro, y las playas cercanas parecen hechas para surfear sino fuera porque se adivinan rocas por todos lados. El yacimiento parece muy bien conservado, aunque no hay nada señalizado y me sorprende que no haya nada ninguna indicación para prevenir que la gente se suba por todos lados. Hay una primera muralla defensiva con foso, y una segunda con escalera de entrada. Una pequeña colina rocosa permite de disfrutar de vistas impresionantes del poblado y toda la costa cercana. Apenas hay edificaciones así que es fácil imaginar que esa misma panorámica la disfrutaban los pobladores originales en torno al siglo I a.C.