lunes, 27 de agosto de 2007

Incomodidad

Me he despedido de la playa este domingo en Sitges. En septiembre no tendré oportunidad de ir a ninguna así que me he esforzado por despedirme formalmente. Era la segunda vez que iba a este famoso pueblo. La excursión en tren desde Barcelona dura poco más de media hora. El pueblo es majo, de casitas bajas, blancas la mayoría, iglesia al lado del mar, un gran paseo.... Turístico, sí, pero con encanto.
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Llegamos a puntito para comer paella en uno de esos sitios para guiris (es decir, todos). Y después camina que te camina por todo el paseo para llegar a la afamada Cala de l'Home Mort (no sé si estará bien escrito). Más de una hora de caminata para llegar. Por segunda vez me he preguntado como ese sitio tan inhóspito puede ser tan famoso internacionalmente y congregar a gays del mundo. Es algo que se me escapa. Es pequeña y profundamente incómoda. Todo son cantos rodados... auténticos piedrolos que hacen la entrada y salida del baño un auténtico suplicio. La playa de Barra (Ría de Vigo) a su lado es el paraiso auténtico. Lo mejor de la Cala de l'Home Mort es el bosque: cruzas las vías y entras en un bosque mediterráneo inmenso y muy denso. Precioso. En tiempos debía estar lleno de hombres buscando sexo esporádico. Pero de eso ya queda poco, como en el resto de lugares del mundo. Internet mató el ligoteo gay. O eso parece.