martes, 7 de diciembre de 2021

Re-encuentros en la Tercera Edad

Los abuelos han venido y se han ido. Todo llega y todo pasa. Han sido 4 días algo intensos, no tanto por las actividades, ya que no están ellos para muchos trotes, sino por las dependencias y las quejas. Que si la leche para las pastillas está muy caliente, que si la almohada es muy blanda, que si el plan está muy duro, que si la tele es muy grande...  Aunque ha habido momentos algo irritantes, lo cierto es que todo ha salido francamente bien. 

Visitamos el Palacio de Liria, solicitando, para mi padre, una de las sillas de ruedas que tienen disponibles, ya que de lo contrario no aguantaría tanto tiempo de pie. Paseamos por la recién inaugurada Plaza de España y subimos desde allí hasta el Palacio Real y la Almudena. Visitamos la Iglesia de los Alemanes (a la que dedicaré una entrada en el blog). También tomamos el metro hasta en 3 ocasiones diferentes, una de ellas para ver la iluminación navideña de Madrid. En fin, que para sus edades y sus cansancios, se dieron un buen tute. 

Los momentos álgidos de la visita fueron, sin embargo, los eventos sociales y culinarios. Cenamos en casa de Juan una noche. Comimos en Fuente el Saz con mi hermano mayor y cuñada, coincidiendo además, por casualidad, con el 67 cumpleaños de ella. Y sobre todo, los hicimos coincidir en una comida con la madre de David, quién tuvo la brillante idea de cruzar la visita de mis padres y madrina, en su último día, con la llegada de su madre y sobrino desde Zaragoza. Unos que se iban y otros que llegaban. De esa manera, tuvimos una re-edición de los encuentros de la Tercera Edad, con una comida en nuestra casa en la que los abuelos se contaron aventuras sin parar. 

Ha sido toda una proeza que mis padres se animaran a venir a Madrid. Hace 4 años, en el viaje anterior, pronosticaba que ya no volverían y aquí se han plantado, incombustibles al desaliento, y guiados por el imperioso deseo de conocer nuestra casa. Qué maravilla.