viernes, 19 de abril de 2019

Atardeceres en Belgrado

En lo que va de 2019, he viajado a Serbia cuatro veces porque estamos haciendo allí algunos cambios organizativos importantes. Como el roce hace el cariño, estoy dejando atrás algunos de mis recelos político-sociales iniciales, desde aquel primer viaje a finales del año pasado. En algunas de mis conversaciones y entrevistas, descubro memorias del periodo de guerras, desde el que tuvo que salir de Kosovo, literalmente sin nada, al que ayudaba a restablecer la electricidad tras los bombardeos aliados. 

Habitualmente suelo quedarme en un hotel en el Nueva Belgrado, un barrio en una llanura, con grandes avenidas al estilo soviético, en el que tenemos la oficina. Es una zona, además, que resulta muy cómoda para ir y venir al aeropuerto, ya que evita el tráfico caótico del centro de la ciudad. Sin embargo, esta semana me quedé en el Hilton para poder hacer entrevistas. Es un hotel moderno, nada rancio, con un restaurante y terraza en la planta 8 desde la que se puede divisar la ciudad y el atardecer (dos últimas fotos). Aproveché para salir a pasear por el centro de la ciudad, encaramado en una colina.  Hay buena arquitectura y bastante animación en las calles; en mis dos tardes de paseos me crucé con dos conciertos al aire libre. La parte más antigua de la ciudad se encuentra en la zona de la fortaleza, Kalemegdan, que por lo visto ya existía antes de los romanos. Desde sus muros hay vistas estupendas a la confluencia del Danubio y el río Sava, y a la llanura en la que se encuentra la Nueva Belgrado.