domingo, 6 de septiembre de 2009

Templos, castillos y tatamis

Me he quedado un poco pillado con el Sintoismo, esa religión japonesa que suena tan antigua, cogiendo elementos del budismo pero fusionándolos con el politeismo. Hay toda una parafernalia de zorros y ciervos que representan dioses e innumerables puertas naranjas para entrar a los santuarios, que pueden encontrarse tanto en el medio de una ciudad como en el medio de un bosque y están siempre abiertos. Por su parte los templos budistas de Japón son impresionantes en sus dimensiones y en su variedad. Kyoto en particular tiene docenas de templos, a cada cual más increible, algunos son recintos inmensos con docenas de edificios. Pabellones enormes de madera, grandes imágenes de Buda, olor a incienso permanente, rezos repetitivos de los monjes... En general, todo transmite una experiencia de una religiosidad más amable y agradable que la católica con su glorificación del sufrimiento.
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La arquitectura tradicional japonesa está basada en madera y eso, junto a la costumbre de descalzarse, hace de cualquier visita a un templo, castillo o palacio, una experiencia muy relajante. Andar descalzo imprime otro ritmo a la visita, aunque a mi lo que me suele generar son ganas de sentarme o tumbarme en los tatamis. Los castillos son muy sorprendentes porque no tienen nada que ver con los occidentales. La torre principal es piramidal y el tipo de cubiertas y tejados triangulares le dan un aspecto menos hostil que los castillos medievales europeos. Los palacios y villas, por su parte, son una sobredosis de galerías, puertas correderas y espacios abiertos. Los patios interiores siempre están ocupados por un cuidado jardín japonés, con su arenita en diseño geométrico y sus perfectamente colocadas plantas o bonsais. Dan ganas permanentes de quedarse a tomar un té en una de esas habitaciones con vistas al jardín.