Gruyères
En el camino de vuelta de Berna a Ginebra decidimos hacer el desvío en tren a Gruyères, lo que supone pasar de los grandes trenes suizos de dos pisos, a trenes regionales más modestos y lentos. Entre Berna y Gruyères hay una hora y media, con un par de cambios, y desde allí a Ginebra hay dos horas, con un solo cambio.
Fue un acierto total incluir Gruyères en la ruta de vuelta porque le teníamos ganas. Es un pueblo muy afamado, no sólo por el queso, sino también por su casco medieval y castillo. El pueblo está encaramado en una pequeña colina y rodeado de picos alpinos; todo muy bonito y pintoresco. Me recordó a Yvoire por su estructura y arquitectura medieval tan bien conservada, incluyendo el castillo, que está intacto, tanto en su exterior como interior. La asociación entre los dos pueblos también vino de la cantidad de turistas pululando por las pequeñas y escasas calles.