Ginebra, de Reposoir a Baby-Plage

Ahora que, por fin, ha llegado el buen tiempo, la gente se tira a las riberas del lago en Ginebra. Todo adquiere un aire vacacional: las rutas de barcos en el Leman, las terrazas, los alquileres de embarcaciones, y la gente en las playas y en los paseos. 

Después del fin de semana inesperado en París, David me acompañó en tren a Ginebra y pasó los primeros días de la semana en la ciudad. Aprovechamos las tardes para recorrer el lago en una y otra dirección. En la ribera derecha, fuimos hasta la playa de Reposoir, que tiene un bar-restaurante con terraza. En realidad, el paseo agradable acaba un poco antes, en la Playa de la ONU (de uso exclusivo para personal del organismo). En la ribera izquierda, fuimos hasta Baby-Plage y las playas de Eaux-Vives, que tienen pinta de convertirse en el auténtico centro veraniego de Ginebra. Las tenemos muy cerca de casa y no sé yo, si todo ese mogollón, nos va a gustar o, en realidad, nos va a horrorizar. Este será el primer verano en la ciudad, así que ya veremos. 

Hôtel de la Marine

En nuestro viaje del año pasado a París, descubrimos la Colección Pinault de arte contemporáneo, y en este el Hôtel de la Marine, uno de los palacetes que estructura la Place de la Concorde, con vistas al Obelisco y a la Torre Eiffel. El patio de entrada tiene una cúpula de cristal contemporánea maravillosa, pero el resto del edificio constituye toda una inmersión en el siglo XVIII francés, a través de sus habitaciones, comedor y gran salón de baile. Todo está en estado impecable y representa una cápsula del tiempo a los momentos anteriores y posteriores a la Revolución Francesa. 

La visita se hace con audioguia, con cascos inalámbricos que detectan en que parte del edificio estás y ajustan la narración. Todo un adelanto de lo que está por venir en términos de uso de la tecnología para las visitas turísticas. Se van a acabar los cables y los colgantes al cuello, con aquello de ir pulsando el número de las distintas salas.   

Reencuentros y novedades en París

Hemos aprovechado el fin de semana de París para reencontrarnos con Christian y Honoré, a los que no veíamos desde que dejamos la ciudad hace dos años y medio. También nos encontramos con Mihaela, a la que vimos la última vez en julio del año pasado en Madrid.  No es fácil mantener buenas amistades en general, como mostraba un reciente artículo de El País, y aún menos en países distintos. Aún así, estas han sobrevivido ya a varias mudanzas internacionales y parecen bastante consolidadas. 

Además de los encuentros sociales, paseamos largamente por París, aprovechando que nuestro hotel estaba en el distrito 9, algo más alejado del centro. En la Samaritaine, nos quedamos embobados con la Yayoi Kusama en tamaño gigante, que parece estar pintando círculos de colores sobre la fachada de Louis Vuitton, los mismos círculos que exhiben esta temporada los bolsos de esa marca de lujo. 

Cerca del hotel, descubrimos la iglesia de San Vicente de Paul, del siglo XIX, clasificada como monumento históricos. En cualquier otra ciudad seguramente sería una de las iglesias más importantes, y sin embargo en París, pasa desapercibida en medio de tantas otras, más afamadas. El estilo es neoclásico, con frontón en la entrada. En el interior hay un fresco monumental que recorre toda la nave, mostrando imágenes de santos a un lado y de santas al otro. Aún no me explico como no conocíamos esa iglesia, pero supongo que, hasta ahora, nuestros paseos por la ciudad nunca nos habían llevado por allí. 

Exposición de Françoise Pétrovitch en París

Este fin de semana hemos acabado en París de manera inesperada. Ha sido un viaje organizado en el  último minuto, a raíz de un tema laboral que me surgió. El caso es que yo me organicé para ir desde Ginebra en tren (viaje de 3hr 15') y David para hacerlo desde Madrid. 

El viaje nos ha dado la oportunidad de visitar la exposición de Françoise Pétrovich, una artista francesa que descubrimos en ARCO este año. en el Musée de la Vie Romantique, una casona del siglo XIX, rodeada de jardín y estudio de artista, en el distrito 9 de Paris, cerca de Pigalle. 

La exposición ha confirmado que es una artista que nos interesa mucho, por la paleta de colores tan intensos y por las figuras humanas, y su aureola de ensimismamiento y distancia. La muestra también incluye algunos paisajes, que no están mal, pero que nos dejan algo indiferentes. Algunos de los cuadros que más nos gustan son de gran formato, imposibles de meter en una casa. Sin embargo, seguimos coqueteando con la idea de alguna obra de tamaño medio, para el piso de Ginebra. 

Drones en Ginebra

Este es un fin de semana de fiestas en Ginebra. El jueves 18 es el festivo de la "Ascensión" y este año (electoral) han decidido echar la casa por la ventana y montar una macro-fiesta, llamada "Feu Ô Lac" de jueves a domingo. Han montado varios escenarios y toda una programación de conciertos y actividades deportivas y lúdicas alrededor del lago. Lo que más me ha gustado a mi es la variedad de puestos de comida, un verdadero festival internacional, con presencia principal de Asia (India, Singapur, Thailandia...) y America Latina (Mexico, Colombia, Venezuela, Argentina... ), sin descartar hamburguesas, pizza, perritos calientes, churros...

El plato fuerte de las fiestas es una exhibición de drones, que anuncian como la mayor de Europa, con 1300 aparatos. Está prevista los 3 días pero yo sólo pude ver la del jueves, antes de volar a Madrid y Vigo durante el fin de semana. No sé si la configuración de los drones cambia cada día o es un espectáculo que simplemente se repite. Es claramente todo muy vistoso: los enjambres de drones van equipados con luces blancas o de colores y avanzan en formación y se van transformando en distintas figuras (un barco, una bandera suiza, figuras humanas danzantes...). 

Al igual que ha ocurrido con la proliferación y sofisticación del videomapping en los últimos años, está claro que esto de los drones luminosos no ha hecho más que empezar y es muy emocionante pensar lo que podrán hacer con ellos en los próximos años. 

Jornada de Cavas Abiertas en Ginebra

Ayer fue la Jornada de Cavas Abiertas en Ginebra, un día en el que los viticultores del cantón abren sus granjas y pequeñas bodegas para que la gente puede degustar sus vinos. Es muy buen plan porque compras un brazalete por 20 francos (en el primer sitio al que vas), te dan una copa, y con ella puedes recorrer cualquier otra cava y probar los vinos. Dependiendo de lo grande y sofisticada que sea la cava, puedes encontrar más o menos opciones para comer algo. Típicamente son recetas con queso, tipo raclette, o tostadas, y ensalada. 

Por lo visto hay unas 70 cavas en el Cantón de Ginebra, así que hay mucha elección. Es una actividad estupenda para ir en familia o con grupos de amigos. El paisaje es muy bucólico y la verdad es que los vinos están muy buenos. Yo esperaba más vinos de batalla pero me pareció todo muy decente.

Pasé la jornada con Antonio, un amigo español del trabajo que me invitó a acompañarlo, con su familia, y otras parejas de amigos españoles, que llevan ya muchos años viviendo en Ginebra. Fuimos a un par de cavas, una que incluía granja, en Cologny, no lejos de dónde tenemos la oficina. Fue un plan muy agradable con buena charleta, a pesar de que no es mi mundo social habitual. La mayoría llevan ya algo más de una década en Ginebra. Se mudaron con la crisis de 2010 y acabaron teniendo hijos aquí (había 6 o 7 niños!). Ahora a algunos les entra la nostalgia de España, pero no ven camino de vuelta. Sus hijos ya están escolarizados aquí y van camino de convertirse en (casi) auténticos suizos.