De Ponte Sampaio a Benidorm

El viernes viajé a Vigo con el Alcalde. Iba en el asiento de delante, acompañado de su equipo de Comunicación. Comentaban los datos de audiencia de la noche anterior en el Hormiguero, en el que Caballero tuvo un "cara a cara" con Revilla. Nosotros apenas los vimos, porque estábamos pendientes del las semifinales del Benidorm Fest. 

Después de la larga comida familiar del viernes disfruté de una puesta de sol épica en Cabo Estai. He convertido en un clásico de mis viajes a Vigo ese momento del atardecer. Cada vez se congrega allí más gente. Ha debido correrse la voz de que es el mejor punto para ver el sol hundirse en el Atlántico. 

El sábado fui de excursión con mis padres a Arcade, al fondo de la ría de Vigo. Mi padre no estaba para muchos paseos pero disfrutamos del solazo (18º) y las vistas. Comimos en A Casa do Muelle en la que,  más allá de la comida, nos llamó la atención el robot bandejero que acompaña al camarero con las comandas. Después de comer nos acercamos a ver el puente medieval de Ponte Sampaio, un paraje precioso en la desembocadura del río Verdugo en la ría de Vigo. 

Volví a Madrid en la tarde del sábado, a tiempo de ver la final del Benidorm Fest. Fue muy decepcionante que no ganaran ni Tanxugueiras, maravillosas y poderosas, ni Roberta Bandini, de la que somos muy fans. Cualquiera de las dos opciones hubiera sido una excelente representante para Eurovisión, en lugar del rollo latino que lleva Chanel, muy visto y machistoide. 

Casa Vicens

La primera obra relevante de Gaudí fue una residencia de verano en el barrio de Gracia (que en aquella época era una villa independiente de Barcelona). Se llama Casa Vicens y la han abierto como museo en 2017. Está inscrita como Patrimonio de la Humanidad, junto a otras obras de Gaudí. 

El estilo arquitectónico, por dentro y por fuera, es una mezcla de elementos orientalizantes y motivos naturales, imitando plantas; todo muy bello e interesante. Nos acercamos a verla el domingo por la mañana y al salir aprovechamos para darnos un paseo por el barrio de Gracia que tan gratos recuerdos nos trae. 

Moco Barcelona

No tiene un nombre muy glamuroso y sin embargo es el museo de moda en Barcelona. Lo inauguraron en octubre de 2021 así que apenas tiene 3 meses de vida. Se llama "Moco" porque es un museo de arte moderno y contemporáneo. Lo fundaron unos galeristas holandeses. Primero abrieron uno en Amsterdam, en 2016, que nosotros visitamos en 2018, y ahora han abierto la sede de Barcelona, al lado del Museo Picasso. 

El museo tiene dos plantas, y todo son grandes nombres pero en pequeñas cantidades: una foto de la Última Cena de David Lachapelle, un cuadro de puntos de Yayoi Kusama, un Warhol aquí, un Basquiat allá, un Murakami, varios Banksy y varios Kwas. También hay unas "infinity rooms" y unas salas de arte digital bastante chulas. Nos gustó todo bastante y descubrimos algunos nombres nuevos, así que quedamos contentos con la visita al museo más "trendy" de Barcelona. 

Sagrada Familia

Nos hemos quedado impresionados con el grado de progreso de las obras de la Sagrada Familia. Los dos recordábamos, de nuestras primeras visitas respectivas, cuando sólo se podía subir a una de las torres. No éramos conscientes de los avances de los últimos años. Hay dos fachadas completas, las sacristías, casi todas las torres avanzadas, y sobre todo, el interior de la nave totalmente finalizado. La apertura y consagración del interior ocurrió con Benedicto XVI en el año 2010 y creo que nos debió pasar desapercibido porque estábamos en París.  El caso es que nos quedamos pasmados nada más entrar: las dimensiones, las vidrieras, el bosque de columnas, el simbolismo de las 4 torres dedicadas a los Apóstoles... Fascinante pensar en ver materializado el esfuerzo de varias generaciones, como con las catedrales medievales. Parecía que no se iba a acabar nunca y en cambio ahora parece factible pensar en verla algún día acabada. 

Barcelona inesperada

De un día para otro, nos organizamos para pasar el fin de semana en Barcelona. El jueves supimos que G y M de Lux tenían que quedarse en Luxemburgo por positivo COVID. Tenían una reserva de hotel pagada y nos la ofrecieron, así que aquí que nos hemos venido. David viajó ya el viernes por la mañana y yo por la tarde, después de resolver algunos asuntos de trabajo. 

El hotel en cuestión es aquel heterofriendly en el que nos habíamos quedado en la última ocasión, hace casi 8 años. David había estado más recientemente, pero yo no. Esta vez nos ha parecido un hotel más decente, tal vez porque le hayan hecho un lavado de cara o simplemente porque la habitación sea mejor. 

La primera tarde compramos algún mueble en El Recibidor (llevábamos un año detrás de un escritorio y al final lo encontramos en Barcelona). Por la noche descubrimos la escultura "Carmena" de Jaume Plensa delante del Palau de la Música Catalana y cenamos con Oscar en un vegetariano que no está nada mal. Acabamos la noche de confidencias y terapias con una copa en el Hotel Edition. 

Escultura contemporánea en Oasiz

El domingo fuimos de excursión a Torrejón para visitar el nuevo mega-centro comercial Oasiz, que inauguraron a principios de diciembre. No somos muy de centros comerciales, pero este tenía el aliciente irresistible de tener dos grandes esculturas de Orlinski. Es la primera vez (que sepamos) que se instalan obras de este artista francés en España: un oso blanco y un king kong rojo, calcado a aquel de Londres. Nosotros, a lo tonto, nos hemos juntado con varias versiones miniatura de esa obra en distintos colores. 

Más allá de las obras de Orlinski, nos gustó descubrir el espacio del nuevo centro comercial. El espacio está muy cuidado, tanto a nivel arquitectónico como paisajístico. Las superficies comerciales, de ocio y de restauración se distribuyen alrededor de dos grandes lagos. Hay juegos de agua y música con regularidad y queda todo muy vistoso. Aprovechamos para comer por allí y comprar alguna cosa, pero todo muy comedido porque tampoco vimos tiendas que nos gustaran especialmente.  

Nuevos horizontes profesionales y gin tonic en el Wellington

La verdad es que 2022 ha entrado sin pena ni gloria. Este año ni siquiera vinieron los Reyes como el año pasado porque los vetamos. Nos quedamos en casa de Juan pero decidimos no hacer regalos. Aunque luego nos arrepentimos, el mal ya estaba hecho. 

Lo único reseñable del final de las vacaciones fue un gin tonic en el Wellington, uno de esos hoteles de rancio abolengo que no conocíamos, en las cercanías del Retiro. Como David, por su trabajo, es muy fan de los hoteles de lujo, nos gustó verlo y tomarnos una copa. Tiene un salón con cúpula al estilo Palace (fotos abajo). Aunque el espacio no es tan grandioso está bastante mejor cuidado, así que tuvimos una buena experiencia.

Los primeros días del año los he dedicado a poner mi CV al día y planificar mi búsqueda de empleo porque definitivamente 2022 va a ser año de transición profesional. Era algo que se veía venir desde la primavera pasada, y ahora simplemente tengo que organizarme y ponerme en marcha. 

Transición a 2022

La última actividad cultural de 2021 fue visitar el Museo de Madrid, en la zona de Tribunal. No lo conocíamos y es una visita breve, gratuita y agradable. La colección no está mal y el exterior del edificio es bastante impresionante. Es un antiguo Hospicio del siglo XVIII y conserva la capilla que también se visita. 

Para la cena de Nochevieja repetimos la configuración del año anterior, es decir, con Juan, y Oscar y Jaime. Hicimos tertulia hasta las 3 de la mañana, incluyendo reflexión filosófica sobre lo poco que valoramos y agradecemos lo que tenemos en el mundo occidental, por aquello de auto-animarnos después de un final de 2021 algo deprimente con la explosión de casos ómicron. 

Arrancamos 2022 con un largo paseo en la Casa de Campo, en un día de Año Nuevo de solazo y altas temperaturas. Recorrimos una zona de colinas con vistas al perfil de Madrid, con los Edificios de la Plaza de España, el Palacio Real y la Almudena. Fue una forma estupenda de empezar un año que todos deseamos que sea mejor que los dos anteriores.