Cuevas de Batu

Es, ciertamente, un sitio curioso: una mega-estatua dorada de 10 pisos preside el arranque de una larga escalera colorida, en la que monos descarados roban botellas de refrescos, y cualquier otra cosa que se les ponga a tiro, a los turistas. Al final de ese via crucis se llega a una gran cueva en la que hay repartidos estatuillas coloridas, altares y algunos templos hindús.
Lo más interesante de la cueva es la propia estructura geológica, con paredes escarpadas, vegetación y el cielo abierto. Es también todo un laboratorio de comportamiento animal, porque dentro de la cueva las palomas y los monos, todos super acostumbrados a los humanos, corretean de un sitio a otro, haciéndose con los restos de las ofrendas a los dioses. Me generó fascinación y repulsión a partes iguales.
Los templos de las cuevas son muy pequeños pero al lado de las escaleras hay otros templos mucho más grandes. Todos están atiborradas de estatuas y sobredosis de colores en paredes y techos. Es todo muy kitsch y pop y nos recordó a algunas de las obras y objetos que son habituales en las exposiciones de Pierre et Gilles. De hecho, estuvimos a punto de comprar alguna figurita. Menos mal que, esta vez, nos contuvimos. Ya tenemos en casa bastantes zarrias que organizar y depurar con el método de Marie Kondo que pensamos aplicar al piso de París este verano sin falta.