Atardecer en el Monte Fuji

La primera tarde en Tokyo, a mi llegada el jueves, fue tranquila. Con mucho sol y temperaturas de invierno suave, nada que ver con los bochornos de aquel verano. Yo estuve algo zombi porque, a pesar de que me hicieron un upgrade a business class, apenas pude dormir en el vuelo. Fuimos al Mori Art Museum, en la torre más alta de Roppongi Hills. Las vistas son estupendas, al Monte Fuji, a la Torre de Tokyo y a toda la ciudad. Había dos exposiciones temporales, una dedicada a Doraemon, un gato de dibujos animados muy popular, en la que había un par de obras de Murakami muy chulas, y otra, del argentino Leandro Erlich, con instalaciones bastante buenas. Cerramos la visita viendo el atardecer en el Fuji y las luces nocturnas de la ciudad con una copa de champagne; todo un momento mítico.