martes, 6 de abril de 2010

Tres Museos: d'Orsay, l'Orangerie y Louvre

Los últimos dos domingos han sido muy museísticos. El primero porque estaba Ana, y tras un sábado de grandes caminatas, lo mejor era meterse en un museo y pasarse al formato ruedas. Fuimos al Musèe d'Orsay en taxi y allí cogimos una silla de ruedas para movernos por las salas (nada fácil, por cierto). El segundo domingo, el de Pascua, este pasado, los museos eran gratuitos, como ocurre siempre en la primera semana del mes. Aprovechamos para hacer doblete con l'Orangerie y una mínima parte del Louvre.
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El Museo d'Orsay ocupa un edificio impresionante, en la ribera izquierda del Sena, una antigua estación, rehabilitada hace unos 25 años.   Lo ves una vez y te acuerdas toda la vida por esa gran nave central, en la que te puedes imaginar las vías y los andenes. La colección permanente es básicamente Impresionismo, que me encantaba hace años y ahora ya no me dice tanto. Hay también buena escultura, con obras de Rodin y Camille Claudel. Y para rematarlo todo... un estupendísimo restaurante conservado como en 1900; una delicia de sitio.
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En cuanto a l'Orangerie, es de esos museos pequeñitos, coquetos, cómodos. Está situado casi enfrente del d'Orsay, en el otro lado del río, en el Jardín de las Tullerías. Tiene una planta baja con una colección bastante decente: Renoir, Cezanne, Picasso, Modigliani, Derain... Y una planta alta con las Nymphéas de Monet, mega cuadros en dos habitaciones ovales. Permiten hacer fotos, así que son el entorno perfecto para hacerse primeros planos y medios cuerpos con fondos de nenúfares :).
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Por último, el Louvre. Ha sido sólo una primera toma de contacto breve. El edificio es increible, tanto por dentro como por fuera. Me abruma un poco.  Entramos por la Lion's Gate; un acierto porque no había nada de cola (un buen truco para otros días). Desde esa entrada vas directamente al ala derecha del edificio, con Pintura Española en la primera planta. Así que el primer contacto ha sido con una Menina y ...Murillos, Goyas... Todo una enormidad: esos salones, esos pasillos, esos techos... Después de la Pintura Española, vimos la sección de Pintura Italiana y, mira tú por dónde, la Mona Lisa. La pobre está allí medio avasallada como una celebrity. La rodea una nube permanente de visitantes, con sus flases disparando sin parar, y también media docena de vigilantes. Merece la pena acercarse por el espectáculo. Lo último que vimos fue la sala con el techo de Cy Twombly, un toque final contemporáneo para ese tímido encuentro con el mega-museo.
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