Fin de fiestas navideñas en Vigo. Todo un acierto de viaje, una especie de extensión de última hora desde Madrid, que sirvió para hacer las delicias de mis padres y pasar algún tiempo con Ana, que está a punto de re-transplantarse. Llevaba muchos años sin volver a casa por Navidad, concretamente desde aquel año de la exposición de Maruja Mallo y disfruté incluso de tener que pensar y hacer regalos de Reyes. Aunque fue todo rápido, poco más de 48 horas, me dio también tiempo a acercarme a ver el mar y echarle un ojo al alumbrado nocturno de la ciudad, cada vez más cuidado (y caro) ya que el alcalde está dispuesto a convertirlo en una de las grandes atracciones de la ciudad.