No es el destino más típico ni el más exótico para una Luna de Miel, pero buscábamos algo cómodo, sin largas horas de vuelo para no perder tiempo y sin mucho que ver para no acelerarnos queriéndolo hacer todo. Budapest ha resultado ser una escapada perfecta tras la tensión de la boda. Una ciudad con tradición termal para relajarse y de tamaño ideal para disfrutar sin prisas del otoño. Por otro lado, es también una ciudad monumental pero que no llega a quitar el aliento, y tiene algo de vida gay pero sin grandes excesos.